miércoles, 3 de octubre de 2007

Vivencias.


Desde Huelva . Nos cuenta Toñi Ojeda Blanco


Hola compañeros: Soy Toñi y llevo en la educación de Adultos 16 años, actualmente trabajo soy jefa de estudios delegada de la SEPER 'Andelos', de Vva de los Castillejos (Huelva). Siempre digo que soy la gran enamorada de esta modalidad educativa. Un día que escuché en la calle un comentario despectivo hacia los maestros y maestras que impartimos esta modalidad, sentí un enorme deseo de gritar al mundo que no era cierto y por eso escribí estas letritas que me salieron del alma y ahora quiero compartir con vosotros. Seguimos trabajando mucho y en esta nueva etapa que comienza, tenemos mucho que dar de nosotros y que compartir. Un saludo y seguiremos en contacto.


Para tod@s l@s que no me conozcan soy Toñi, maestra de adultos, gracias a Dios.

Me gustaría hacer una reflexión sobre la Educación Permanente de Adultos, mis años de trabajo en ella y dar a conocer a muchas personas cuál ha sido y es nuestra labor en esta modalidad. Siempre fue lo que hice, salvo esporádicas incursiones en la Educación Primaria.

Al principio, cuando me dieron mi primer trabajo, ¡me puse tan contenta!, quería comerme el mundo, salvé muchos obstáculos para poder comenzar, pero estaba dispuesta a todo, siempre había querido ser maestra, había soñado muchas veces con colocarme delante de l@s niñ@s.

Era mi primer trabajo y no podía ni quería ponerle pegas, me dije: - adelante por algo hay que comenzar, los principios son complicados -.

No conocía hasta ese momento la Educación de Adultos, nadie me habló de ella en la escuela de magisterio, aunque creo que al día de hoy sigue siendo la gran desconocida, la incomprendida.

Cuando traspasé por primera vez la puerta de aquel Centro, mi primer destino, he de reconocer que se me vino el mundo encima, pero ¡dios mío!, ¿qué podía hacer yo allí? Miraba a mi alrededor, no había nadie, estaba sola, los libros, por cierto muy pocos, tirados en una mesa. ¿Dónde estaban las guías y los libros? Qué curso tenía que dar? Y el temario?

Leí los grupos que estaban anotados en un papel: F.I.B. y F.B. También vi la correspondencia, los escasos libros de registros…. Por un momento pensé: -Me voy, no puedo, no seré capaz-. Yo quería un colegio, un@s niñ@s, unos compañeros y compañeras que me guiaran, unos libros de textos, libros del profesor, unas guías, una clase, pensaba en aquel momento que ese era mi trabajo, el que yo soñaba, ¿era lo normal no?

Pero había algo que me atraía, era una especie de reto, era la otra cara, pensé. Entonces, me dije que siempre me gustaron más las plantas que yo misma cultivé y vi crecer que las que ya se compran tan preciosas. Me quedaba, sí, allí tenía mucho que hacer, aprendería muchísimo. A partir de ese momento “me puse las pilas,”. No voy a decir que fue un camino de rosas y eso lo saben perfectamente mis compañer@s que vivieron lo mismo que yo. Tuvimos que empezar por acondicionar los centros que la mayoría estaban en unas condiciones infrahumanas, tuvimos en muchos casos que echar mano a nuestro bolsillo y comprar cosas necesarias, sí, desde luego, que no se extrañe nadie, en mi caso, la iluminación era completamente insuficiente, compré enchufes, bombillas, tubos fluorescentes, también estanterías y muchas cosas más. Mi primer objetivo era conseguir que el alumnado estuviese bien, cómodo; su permanencia o abandono luego, dependería ya de mí.

Hice montones de llamadas y montones de kilómetros, por supuesto, sin que nadie me pagara nada, no podía tocar ni una sola peseta del Centro, se necesitaba para otras cosas. Tenía que reunirme con mis compañer@s de otros pueblos, desde luego, fuera de nuestro horario laboral, nos faltaba tiempo, teníamos montones de preguntas que hacernos, necesitábamos SABER, saber cómo llevar una contabilidad, unos libros de registros de entrada y salida, de títulos, de ausencias, todo el trabajo de secretaría se agolpaba y había que aprenderlo todo y muy rápido, porque era necesario respetar los plazos para los envíos. Para todo ello, hube de emplear muchas horas, trabajé de forma incansable, muchos fines de semana los pasé allí, en mi colegio.

En cuanto al alumnado, no agobiaba menos, por cierto. Era necesario conocer todo lo referente a adultos en cuanto a normativa se refería, había que confeccionar todo el material, el existente no se adaptaba ni a los intereses ni a las edades de nuestros alumnos y alumnas.

Era como una escuela unitaria, pero con muchísimos niveles. En el nivel de Formación Inicial de Base (alfabetización y neolectores) no había dos personas iguales en cuanto a nivel de conocimientos instrumentales, realidades bien distintas de todas ellas. Por tanto era necesario confeccionar montones de adaptaciones para lograr que avanzaran, técnicas diversas, continuos estímulos para lograr que estuvieran ilusionadas y no se vinieran abajo.

En el otro grupo tenía también una gran heterogeneidad: unos eran jovencit@s con 16 años, otr@s tenían más de cuarenta, por tanto era necesario conseguir sacar lo mejor de cada uno para lograr un ambiente cordial entre tod@s .

Tuve que aprender a marchas forzadas técnicas diversas de manualidades, trabajos artesanales, para poder impartirlas a mis alumnas, lejos estaban las monitoras, los gastos de funcionamiento no daban para tanto.

Afronté también el ponerme delante de muchas personas para ayudarles a aprobar el teórico del examen de conducir, explicar las normas de conducción e incluso la mecánica del automóvil.

Sin ser especialista en educación especial, tuve que recopilar información y material para poder atender a varias personas con deficiencias.

Para atender a la creciente población de inmigrantes también tuve que formarme, y de manera urgente, en esta materia, totalmente desconocida para mí hasta el momento.

Más adelante, y para atender la demanda cada vez mayor, acogí al alumnado de Tutorías de apoyo al estudio de Secundaria: jóvenes en su mayoría de fracaso escolar, que dejaron sus estudios y llegaron allí buscando una ayuda desesperada, tenía alumnos/as de los cuatro módulos, por tanto, me vi en la obligación de preparar todas la materias de los 4 cursos, tanto letras como ciencias, sí no era así, ¿Cómo orientarlos? ¿Cómo tutorizarlos? Cómo ayudarles a conseguir su objetivo?

Para ir concluyendo, he realizado muchas actividades al cabo de estos años y sin moverme de la Educación Permanente: como maestra, secretaria, administrativa, asistente social, psicóloga, profesora de manualidades, de autoescuela, de informática, de español para extranjeros, de matemáticas, física, química, lenguaje…, animadora sociocultural, etc

Pese a todo lo que he luchado y trabajado, lo mejor es que al cabo de 1os años, doy gracias por aquella oportunidad que se me dio.

Te preguntas cómo es que la ilusión sigue intacta después de catorce años? ¿Cómo seguimos buscando nuevos horizontes?, ¿Cómo no te sigue importando el montón de horas dedicadas?.

Yo creo tener respuestas para todas ellas y es que a pesar de lo que algunos piensan, es indescriptible la sensación de ver en nuestras alumnas mayores el brillo de sus ojos cuando son capaces de leer un texto, cuando te cuentan que recibieron una carta y la entendieron o que fueron al banco y firmaron “muy rápido” (¿a quién se le ocurrió decir que sólo van a la escuela a pasar el rato o porque no tienen otra cosa mejor que hacer? ¿Qué sabe nadie de sus carencias y de sus ilusiones?). Por otro lado, ese alumnado de Secundaria, la mayoría de ellos, trabajando en el campo durante todo el día y por la tarde asistiendo a nuestras clases, con el agravante que tienen por esa sensación de “no servir”. Por tanto, viven sus aprobados como grandes triunfos y nuestro triunfo son ellos y ellas. Esto hace que estrechemos nuestros lazos.

Por todo esto, y muchísimas cosas más que sería interminable de contar, AMO esta profesión y a la gente que está a mi lado, alumnado y compañer@s

Y quiero dar las gracias a tod@s ell@s por construir cada día.

¿En realidad piensan que tenemos que demostrar aún mucho más?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Después de leer la gran trascendencia que tiene tu mensaje, Toñi, como compañera he de recordarte, y no soy nadie para el caso, que TÚ has demostrado tal serenidad, entusiasmo e ilusión que me has puesto nostálgica al recordar mis trece años en la educación permanente, que no fueron fáciles pero la constante y complicidad que manteníamos l@s compañer@s fueron "¿suficientes?", y unirnos en la elaboración de tantas actividades que eran útiles y necesarias. Podríamos pasar momentos increíbles contando tantas aventuras... Ahora, impartiendo clases en primaria y anteriormente en interculturalidad, recuerdo cómo fuimos capaces de trabajar y luchar sin materiales, sin una infraestructura mínima, y ... lo mejor de todo ... ¡lo teníamos! que era ... ¡NUESTRA ILUSIÓN!... Y aún la conservamos, porque la que se siente maestra lo ha sido, lo es y lo será siempre.
BESOS.